domingo, 9 de mayo de 2010

Pronóstico del tiempo: viento Zonda

(Crónica poética a mitad de semana)






Ciclo de poesía El Desaguadero:



«SALA DE PRIMEROS AUXILIOS»


Paula Seufferheld

Fernando G. Toledo

Hernán Schillagi


Música:

Gastón Abdala


Miércoles 5 de mayo, Magdalena Bar (San Martín, Mendoza)



por Cecilia Restiffo


Primeros síntomas

Son las ocho de la tarde y como animales sin rumbo salimos en busca de un lugar. El viento cálido arremolina la hojarasca que vence los ojos en cada esquina, nuestro viento Zonda ha comenzado a soplar tal como lo advirtió el meteorólogo a la mañana. Nos sentimos agitados, nerviosos, nos duele la cabeza, la boca seca pide el auxilio que se asoma tenue en un bar de esta ciudad. Decidimos entrar.

Somos diez, como los mandamientos, como los dedos de la mano, como los diez pasos ante un duelo; en medio de esta noche de miércoles que se avecina en ambulancia para auxiliarnos el corazón agitado de semana.

Tomando el pulso

Llegamos a tiempo, los poetas aún prueban el sonido y la paciencia de una luz que se prende y apaga dejando titilante el escenario; buscamos una mesa y acodados como en una película de cowboys esperamos que algo comience a suceder. Las mesas se van llenando, a un tiempo entran hombres y mujeres ataviados de horas extras. El lugar se agolpa de abrigos olvidados y las sillas se abanican hacia el escenario en ocre. Un murmullo de complicidad se va acallando. Mientras los escritores saludan a propios y extraños que vienen a atender su dolencia de rutina.

Paula arranca: «Así como la música amansa las fieras, algunos dicen que la poesía cura las heridas y lesiones que no pueden verse ni a través de rayos X». Herido del día, contuso de tanta rutina; el público termina de llegar y ahí está ella esperando entre un botiquín lleno de textos y la emoción de la bienvenida.

Lea el prospecto atentamente

La lectura de textos se inicia y a cada poema le sigue un aplauso o un silencio que acompaña al lector en la huida hacia el sentido, hacia las emociones que suturan despacio los ruidos de la calle para dejarnos al descubierto, desnudos frente al texto. Escucho entonces a Fernando: «[…]Pero sobre la pared cuelga una foto que nos retrata/Y que desliza sobre este presente/Espectros de lo que yo sería/Y no soy». El eco del último verso me llena de inquietud, miro de reojo buscando señales pero todos perciben la molestia de lo dicho, como el estetoscopio frío que trata de escuchar el latido del alma.

Me subo a la camilla

Tomo una cerveza negra que, como la boca de un aljibe, me tienta a su fondo. La atmósfera sube con el humo de los cigarrillos. Entra al escenario Gastón y esa guitarra, que hace llorar a los sueños, emite un blues, se mezcla entre la gente y sale a la luna de mayo que, amarilla, espía esta ceremonia poco común. Luego Seufferheld arremete: «Temo tu silencio. Mi habilidad/para descubrirte se gasta como los días/en la punta de los zapatos…»


Diagnóstico reservado

Los poetas siguen desmadejando el ovillo y suenan las palabras: «[…]soy para las ventanas iluminadas ‘la que anda sola’ ‘la loca/ de la bicicleta’ me gusta pensar que por mí los niños/corren a refugiarse bajo las sábanas y esperan historias/ que les cierren los ojos a la verdad/donde el amarillo sucio de mi pelo/corone el rostro de sus brujas y madastras…». Hernán ha terminado y de pronto la luz titilante se apaga, la espectación de los oyentes tensa la corta oscuridad. Luego vuelve a encenderse como un efecto especial del show, todos festejan la ocurrencia. Pero yo sé la verdad, nadie la ha apagado, o tal vez sí.

Mejoría en aumento

El final se acerca, la guitarra vuelve y con ella el agradecimiento de los aplausos. Schillagi anuncia: «[…] la lectura de poesía permite que lo cuestionemos todo para que, sin notarlo, las defensas se nos vayan subiendo y seamos más difíciles a de atrapar. Ante la menor duda, ya saben, consulten con su poeta de confianza[…]». Me inclino hacia mi mesa para compartir un brindis, todos estamos emocionados. Una mirada húmeda nos delata, la cura a llegado al fin, y esta sala de primeros auxilios se llena de abrazos y felicitaciones.

Por la puerta abierta hacia al parque, un viento fresco me trae el aroma de la lluvia, suena un jazz de los cincuenta. Ya no somos diez: somos más, resistiendo a la gripe, a la malaria, a la asfixia que causa el silencio.




Poesía de primeros auxilios


20


El abismo es el punto de partida
¿Y si el más grande error fuera moverse?
Ya no quiero equivocarme No quiero
Cederle más terreno a la distancia
En este viaje de intensa parálisis
Con rumbo al ojo de un rostro vacío
Moverse es como alentar un encuentro
Un encuentro imposible como todos
Puesto que todo encuentro es imposible
«La gente siempre se muere esperando»
Oí decir una vez Y el error
Es un hilo que se enreda en las horas
Nadie después de que ha partido puede
Regresar Ya no quiero equivocarme.

Fernando G. Toledo, en Viajero inmóvil (Libros de Piedra Infinita,2009)

*

rosa de los vientos



quisiera trasladarme como todo el mundo
con una orientación fija
sólo la circulación de mi sangre permite
que la velocidad haga entrar por la caladura
de mis sandalias el poco viento de las noches de verano pedaleo
y mis piernas son como una brújula en el polo norte
que ha perdido su compás magnético
soy para las ventanas iluminadas «la que anda sola» «la loca
de la bicicleta» me gusta pensar que por mí los niños
corren a refugiarse bajo las sábanas y esperan historias
que les cierren los ojos ante la verdad
donde el amarillo sucio de mi pelo
corone el rostro de sus brujas y madrastras

por eso el cielo áspero es otro asfalto gris por eso
la lluvia se convierte en brea y mi viaje sin orillas
entra en un pantano viscoso para morderle el cuello
a la bestia que grita mi nombre por los aires

Hernán Schillagi (inédito)

*

Al cielo por elevación


«El mejor momento es cuando forma un globo por encima de tu cabeza, ahí te metés». Entrás a la soga tensa de la infancia con tu amiga. Picante, picante, más rápido. La cuerda te peina el flequillo haciéndote cosquillas. Saltás en la tierra dura de un patio. El de tu escuela, entre el jardincito y la dirección. Picante, picante, más rápido. Ahora la soga baja para que brinqués agachada. Tu ritmo es perfecto y, antes de elevarte, oís el látigo de la cuerda en el piso. Mirás a tu compañera: sincronía ajustada del arriba y abajo. A veces es ella; otras, sos vos. Siempre alguna se agita, se ríe como disculpándose y pisa la soga. Ya no te acordás si corren a tomar agua o se arreglan el pelo. Están fuera de juego. Y el recuerdo se vuelve este cuaderno con tachones, esta pena de pies atados a la tierra.

Paula Seufferheld (inédito)

5 comentarios:

Paula Seufferheld dijo...

Cecilia, gracias por esta crónica atenta y exacta en la selección de momentos y fragmentos de poemas. Al menos en mi caso, los versos transcriptos y la prosa poética que publicás son de lo "mejorcito" que se encuentra en la mesa de retazos de mis cuadernos imposibles.

Un pequeño instante que agrego a esta crónica y que me conmovió particularmente: luego de la lectura, mis compañeros ubicaron sus libros para que los presentes pudieran comprarlos y una joven anónima se acercó a preguntar por "el libro de Paula", yo, que estaba cerca, le dije que todavía no tenía ninguno y Hernán me sugirió que le regalara las hojas que recién acababa de leer. La chica me agradeció con emoción y yo salí del tarro en donde siempre me reservo el último lugar como orejón.

¡Cómo extrañaba nuestra sección de crónicas!

Cecilia Restiffo dijo...

Paula: realmente fue una noche hermosa, yo que estuve del otro lado puedo decirte que aunque la mayoría de los que asistieron no son lectores habituales de poesía lograron percibir el fondo que los textos pretendían "decir".
Ayudó mucho la "puesta en escena", pero creo que es una buena experiencia para acercar la poesía a los lectores en general, fijate que yo creía que un poema "dicho", es un texto que no LLEGA al "oyente" pero a partir de las impresiones que pude recoger el miércoles, creo que es posible que durante una lectura de poemas "el público" quede preso tal vez de esa musicalidad, de la brevedad o del clima que la lírica puede conformar por sí sola. Repito fue una noche necesaria, especial, intensa.

Fernando G. Toledo dijo...

La verdad es que se consiguió un clima especial esa noche. Parecía que el público no estaba como tal, sino que nos acompañaba desde su silencio, sus aplausos, sus miradas fijas, los comentarios posteriores...
Hablando de eso, había mucha gente y buena parte de ella, como dice Cecilia, de la que no era lectora habitual e poesía. Ese segmento, me pareció a mí, fue el más sorpendido y emocionado por lo que se consiguió desde el escenario. Eso me basta.

Hernán Schillagi dijo...

Amigos: primero, quiero decir que es un placer que una crónica, de algún modo, trate de reflejar las emociones que se vivieron esa noche. Es una de las secciones que más me gusta.

Por otro lado, hacer esta revista es increíble: por los debates, los comentarios y las colaboraciones de poetas que admiramos y queremos. Sin embargo, no deja de ser un sector muy puntual de lectores (y sobre todo productores) de poesía. Por eso que una lectura/performance permite que la palabra poética llegue a desprevenidos, a personas que no leen con fruición poemas, pero que se abren a una sensibilidad diferente.

El efecto "descongestionante" de las dosis de lírica fue genial. ¿En cada verso, un placebo? Para nada. Los efectos secundarios fueron notorios en adolescentes, veinteañeros, señores/as mayores.

¡Inolvidable!

Anónimo dijo...

Cecilia, soy Vilchez Emmanuel, alumno del IESD y T 9-001 "General José de San Martín". Te escribo para decirte que me pareció muy interesante la forma en que escribiste la crónica, ya que ese estilo tan espontáneo y perspicaz con el que escribis, me permitió sentirme muy identificado con la misma. En especial cuando describís lo que sentimos los mendocinos cuando nos "enfrentamos" al viento zonda, tan característico de nuestra zona.
Espero leer algo tuyo con este estilo muy pronto...
Emmanuel.