viernes, 27 de marzo de 2009

Contra los poetas jóvenes


En el ciclo "Manifiesto"* que se realiza en Palermo, Buenos Aires, la poeta Leonor Silvestri plantó bandera el 17 de marzo que pasó. Dedica un párrafo más que interesante a las mujeres poetas y alude a las camarillas que se tejen en la Capital. Al menos, para escuchar y pensar. Aunque no se puede dejar de emitir una opinión.

Un fragmento de este texto, leído por su autora, puede verse y escucharse aquí.

El texto completo, aparecido en su blog, dice así:


Nos queda un largo viaje y mucho que hacer, ahora es cuando, ahora y todo
Hector Hernandez Montecinos

Para HHM y su La Interpretación de mis sueños, texto fanzine, sin el cual yo no estaría escribiendo esto y para Yaskim Melchy el chico dorado de Andrómeda, por cuidar de la sudaqués gemela de H.


Voy a escribir sobre los poetas, porque ese es mi gremio, mal que me pese, y porque no soy como esas cuarentonas reina de la música indy noventera que cantan, bailan, son investigadoras de las ciencias, periodistas, madres, vedettes. Yo soy poeta y no mucho más. Y voy a escribir esto con lo mejor que tengo en mí. Son dos características que concito y convoco en este viaje. Son dos alhajas, diamantes, rubíes facetados, tallados contra toda doma social que en vano intentó y con su escarnio sigue intentando erradicarlas de mi cuerpo. No son verdes esmeraldas, bilis de envidia o de esperanza. Sino rojo odio y negra violencia. Y con este odio mío más profundo que la garganta escupe fuego de un volcán, odio inconmensurable, eterno, que los hierve en mi sangre, incomprensible en un mundo de “está bueno”, “buena onda”, “todo bien”, vomito violentas balas, palabras enérgicas con las que pienso a partir de ahora abandonarles a todos ustedes que nuevamente en vano conspiran y conciertan contra quienes resistimos; somos enormes e infinitos en nuestra arrogancia, resistentes y más inmensos que el silencio o el sonido.
Pretendo hoy mismo enterrarlos en vida, bajo un basural de wasca, genocidas de la diversidad, de lo distinto, poetas burócratas y reformistas. Mi odio radical e insano, los acompaña, alimento diario y escudo personal cuasi infranqueable con el que repelo sus infundadas, irrisorias infamias e ignominias, flechas, débiles hasta la injuria. Cierto, la violencia no se usa más, excepto que la use el estado, del cual ellos se vuelven parte, ahora solo queda bien el asistencialismo de los talleres a gente inocente en cárceles, pero a mi solo me interesan los culpables, los que efectivamente asesinaron y robaron a mano armada, los que mataron a su madre y a toda su familia.
Y acá me robo la primera máxima que espero todxs entendamos: la poesía joven no existe, los poetas jóvenes no importan, lo que existe – y pugna por perdurar- son escrituras nuevas, y luego NADA. Y los poemas desencantados, desorbitados de rara rabia ardiente claridad que nos hablan solo a quienes nos hablan y a nadie más, de solidaridad freak para quienes vivimos atormentadxs por los temas y las prácticas de nuestros colegas, y pese a todo sonreímos, y logramos ser felices, sea lo que fuera que eso nos signifique, y sobre todo cogemos, si, cogemos, cogemos, cogemos.
Pienso a partir de hoy y para siempre reconciliarme con mi intransigencia absoluta, intransigencia caprichosa, de malos modos y maneras, de codos en la mesa, y pocos amigos, con mi impaciencia en los juicios, rápidos, vehementes y precipitados, y con mi visión: camino junto al tiempo, y todos ellos, dejarles aunque me valga la soledad más absoluta en procesión encaminada al funeral. Hoy todavía tengo 32 y nunca más pediré ni perdón, ni disculpas ni trataré de esconder que veo lo que ustedes quieren esconder, y así congraciarme. Veo lo que veo y punto, y mis ojos basiliscos también los ven a ustedes, odiados y mediocres poetas del poetaje universal. Hoy dejo de postrarme y persignarme y me convierto en raza de maíz a la cual jamás tendrá acceso por que viajan en la ruta con peaje como turistas de la vida con 20 kilos de sobrecarga de equipaje.
Sépanlo, las ideas no son trajes, ni sacos, no se prueban a ver si calzan, a ver si egoístamente podemos darle a nuestras agotadas vidas un sentido. No son ni posibilidades, ni opciones, ni chances, sino existencias contra la dominación, incluso la propia.
Y qué decir de las mujeres poetas no van estar toda esta vida cocinándole a los varones, a nuestros varones, cuando por suerte algunas, poetas especialmente, cuentan con el dinero suficiente para adquirir todas las noches comida de delivery, Pizza Hut, Kentucky Fried Chicken, otras tendrán maridos o maridas, para el caso es lo mismo, poetas, con cargos importantes en la agenda cultural de estos países pobres y con ellas comparten su dinero y su cuenta bancaria; y las más privilegiadas tienen a la señora que limpia, que no es otra que la mucama, la sirvienta, la sierva, la empleada doméstica o como quieran llamar a la esclava de casa (y no me vengas con que le hace bien trabajar y necesita el dinero, dinero que podrías estar dándoselo igual, lo mismo que una capacitación en lo que vos sepás hacer) pero es más cómodo que otra te limpie la mierda propia. Sangrar una lengua muerta. ¿Para qué conocer a estrellas de rock y poetas, malditos? Yo no quiero ni a poetas ni a rockeros conocer, ni ser su compinche, pipi, pana, mano.
Deseo que lejos de mi se encuentren quienes disfruto en la lectura o la escucha, como Narciso, un deseo original en un amante. ¿Quiénes leen lo que escribo? Poetas no quiero, ni quienes escriben, ni mujeres, excepto aquellas que tienden las camas para sus hijxs por las mañanas y con ellos hacen la tarea por las tardes, pero dentro bien adentro de la concha anhelan una vida de bataclana, y no ser novia del nuevo regente del boliche poetil de moda, no deseo ser poeta nacional, y que me lean militantes, ni Buenos Aires no es poesía, y a las cosas por su nombre Bob Dylan era Robert Zimmerman y era judío, y vos sos Santiago, naciste en Almagro en el medio de la mas media clase media, y Macri no cumplió, y a los ñoquis no se los sacó de encima. Por eso dejaré pronto de leer hasta que se olviden de mí, de que formé parte de ese gremio infame, dejar de leer hasta que me convierta en nadie, hasta tener la gran suerte de estar solo para mi, de tan sola encontrarme, más sola aun que hoy y noviar con el vacío. Pero soy péndulo de fuego y reacciono.
Quiero ser Carlos Martínez Rivas, no tanto para escribir tan, tan bien, que emocionare a las nuevas, y no tan nuevas generaciones de poetas maledicentes, y poner cosas como “la poza absoluta de la infancia” o “cuando tu ya no me quieras” o “te lloré un mar”, sino para volarle verga a todo mundo en mi insurrección solitaria, aprender a burlarme de quien me levanta la lengua, una risotada en su cara, una chanza, el grotesco. ¿Por qué me he callado entonces si de todas formas me niego a cooperar y golpearme sola? tampoco podemos hacer poesía de slongan y consigna frases magnánimas grandilocuentes para la eternidad que mueven y conmueven a la acción y la emoción, sino no vamos a vivir a la altura de lo que escribimos. Ay pobrecitos poetas, tan llenos de si, su propia bandera, su propia conmiseración, de entierro cristiano, de nadie nos quiere, nadie nos lee, nadie nos publica, no se nos aprecia, ni se nos tiene en cuenta; pobrecitos poetas chupando pija, sobando verga, aguantando desplantes, negándose a pensar, no vaya a ser que alguien se ofenda si le decimos lo que pensamos, si le pedimos “che, por qué no me haces bien la liquidación de los libros”.
Hay que creer en lo que se escribe más que en si misma. Hay que creer en lo que se escribe más que en la propia sangre, en la familia, y en la progenie. Hay que creer en lo que se escribe más que en el amor y en el futuro. Hay que creer en lo que se escribe con la fe en la santa muerte y en la soledad, con la fe de un cementerio para enterrar miedos, poetas y mal paridos. Astillas, clavos miguelitos, cabezas de tormenta, marabunta suelta y errante en el panal psíquico del orden burgués…fogoneros de un tren fantasma…creer, creer, creer, que ese es un don que no se concede a cualquiera. Sé que no se usa ser militante esta temporada de Lost -se dejó de usar como el flequillo de Betty Page- pero no puedo evitar el destino que me permite dormir más o menos tranquila a la noche sin evaporarme en una buena dosis de rivotril, clonazepan, centralina ¿te acordás de entonces? allí, donde yo vivía, no quiero volver. Sé que no está de moda, ya no se usa.
Los niños pródigos de poetas vírgenes homosexuales entenderán menos que nadie y se mofarán de estas ideas, dirán cosas como “no hay que discriminar ni a los dictadores ni a los fachistas para no discriminar”, y tarareando una canción de esas que se usan ahora y comiendo un pancho bailaran en una fiesta gay friendly, y volverán a las mansiones de sus padres con derecho a herencia, y 90 empleados, si, 90, en una gasolinera costera que bancan las publicaciones del comunismo. Y no es que busque un estúpido purismo que no existe, yo también tendre mi culo sucio en algún lado, pero hay límites. Y este es uno. Por eso, me corto el pelo al rape para que los ojos no me jalen por la espalda, siento tras de mi su jadeo en la nuca como dardos y corro sin más datos para recuperar la fe en la fe en la gente el don de creer ni buenas ni malos una posibilidad: el basurero que comparte, mandarinas con el cartonero, nuevos oficios de esta nueva ciudad, no me alcanza ni el color ni la hechura ni los jugos ni sus gestos de dulzura clase: una abstracción tras la cual ya no cabe sujetarse nada tiene que ver la bondad con la capacidad ético-amatoria aunque en cada ciudad del mundo hay por lo menos una persona que se reclama Anarquista y transciende el orden de la botánica ideológica partidaria de plantación fertilizante que con sus pesticidas y disciplinas desgastan la tierra un tesoro a compartir por todxs.
Pánico y consuelo, brasa ardiente y don de arder contra el malestar de la jerarquía y la dominación, intransigencia y ansia de ir más allá en un coche que se destartala, con cada cambio, en medio de la noche en el medio de la nada. Poetas que de tan ignorantes pasarían por rebeldes frente a quienes entienden nada, y nunca vieron a la cultura popular más que por el filtro de las series de canal once telefe, incluso ostentan palabras todavía más acomodaticias que sus voluntades y sus egos. Crisis de una generación por ponerle un mote y ser dadivosa “mediocre”, y sus excepciones, en su cruzada por la nada misma, huyendo de cualquier idea, se unen entonces, tácitamente a las filas de los que pregonan dos demonios, la baja de edad de la imputabilidad, el que mata tiene que morir, y tanta otra verborragia en última instancia que no comprende que todo crimen tiene en si el germen de la venganza y de la justicia, que todo crimen es contra la propiedad privada y los derechos de exclusión que ellos concitan. O esos otros poetas más o menos cobardes, siendo amigos de otros poetas a los que solo cabería el tiro en la nuca y la expropiación, que sueñan con un polvo de existencia en una antología para que alguien sepa que hoy estuvieron aquí e hicieron de su vida tres carajos, pero hoy estuvieron aquí, y fueron amigos de sultano mengano y mamole, y “todo menos mi poco talento me importa algo menos que un bledo”. ¿Se entendió? Pero un mundo nuevo crece dentro de nuestros corazones, palpita, y no nos importa construir un nuevo mundo sobre las ruinas que evaden el gesto oligárquico que ellos representan para mi, sean de la clase que sean, me importa poco, si a tu novia sin trabajo de todas formas le haces pagar las expensas a medias de tu departamento comprado con la herencia de tu padre y los negocios que alquilás en el conourbano.
La mala leche, la mala voluntad, y la mala poesía en mucho se parecen a la codicia y a la usura, todos signos a disolver en soda cáustica, y una escritura poderosa que se manifiesta hombro con hombro junto a alguna idea más o menos sólida es un arma filosa, pues prefiero los cuchillos y los lanzallamas, para vengarse y defenderse. Puedo verles a ellos el poetaje negando y ridiculizando todo lo que haya de subversivo, y corrosivo, o de tierno en las juventudes incendiarias, solo porque jamás han podido prenderse fuego, y arder. En cambio, se han divorciado, cuando la verdad nadie jamás debería casarse, como dijo Emma Goldman, quien seguro tampoco saben quién es, y discutiendo por dinero y propiedades, han derramado sangre sobre las terrazas de sus propiedades, inmensas compradas con la ayuda de sus padre, y han discutido por las expensas, y los hijos, y los coches incluso vendidos, a posteriori, en trincheras de clase media que se armaron con cacerolas de teflón y las becas conseguidas con las firmas de poetas otrora militantes, hoy tan solo añosos tira mierda embebidos en licor. Oscilan entre la inseguridad, yo puse dólares quiero dólares, y la culpa de todo la tiene Chabán. Su prepotencia patoteril de patrón de estancia o sindicalista peronista de la CTA, aleccionadora, su ninguneo ejemplificador contra quienes eligen no alistarse en sus filas de cenitas en Palermo buena onda y ni siquiera le dejo propina a la camarera. Puedo verlos defender el chabonismo de quien solo ha escrito un libro o dos, ninguno bueno, y sin embargo por decir ser, vaya una a saber, chabon, fierita, barrio, se vuelve mito, a la vera de sus otros amiguitos, que levantándole a él se levantan entre ellos. Puedo ver como sostienen el progresismo, los pantalones de cuero, las discusiones en los blogs que jamás serán llevadas a la calle y en la cara, siervos de las mazmorras literarias y del clientelismo googlero para llegar a la publicación de qué? de su pura mierda que nadie, de todos modos, leerá, cual cartel macrista lombardiano curado y seleccionado por poetas directores de museo anquilosado, y no te excusa el no haberte informado, el no saber, ni el haber nacido en una familia sin recursos literarios, para haber clavado las guampas y decir “NO, gracias, paso”. O la poesía política que de todas formas va y lee en los jardines botánicos. Político solo será lo que cualquiera pueda leer, algún día, y entender, y gozar, y completar con su interpretación en la instancia de la recepción y sienta entonces que aquel día, y tal vez su vida, valió la pena ser vivida, junto con la pena que le llevó a leer ese poema y la pena que llevó a quien escribió ese poema a escribirlo. Juventud idealista que desde donde puede y con lo que tiene a mano repele y lleva a cabo una revolución tan sutil y hermosa que ciertamente no podrían ellos comprenderla. Escuche una frase, y la hice mía: muerte al estado y viva la anarquía.
Por eso, la expansión de su nada no saldrá de esta declaración porque yo aquí hoy mismo los sepulto con un ladrillo en la boca para tapiarles el mal que hacen. Y todos lxs poetas omitidos y silenciados por su tiempo, algunxs hoy exhumados como letra muerta, jamás como cuerpo vivo, para que algún imbécil pueda coger levantándole la pollera a una nenita confundida de taller literario, todxs esxs poetas despiertan y se alzan y reviven hoy. La palabras reconocen el desafío, ai fierri corti, y sus ataques por espaldas son heridas viejas hechas con un filo de plástico, oportunismo, puesto en peligro, que temió a la diversidad y a la critica cual doña de barrio delatora de la militante frente al falcón. Del limbo de la década pasada a este texto, pese a mi edad, no me hice cómplice. Mis poemas no forman parte de rankings como listas de radio o revistas teens del corazón, ni me vendí a la novedad ni a tener amigos cool y editores que con la guita de los subsidios de sus padres luchadores en vez de hacer una editorial de agitación estético- política fundaron mini feudos desde donde parapetarse posmodernamente (demodé, y pasados de moda, reeditando lo asegurado y lo fácil) para decirse “eysoyeditormusicopoeta” contra otros feuditos del mercado de la palabra cuya guita fue sacada de lugares aun más oprobiosos que el estado.
Por eso, mientras esté en contra del mundo más vital seré, mientras esté en contra del mundo menos parecida a ellos seré, mientras más en contra del mundo esté… quienes quieran sacarse los ojos, ponerse el palo en la rueda, pisarse la cola, ponerse el pie, no me tendrán a mi entre sus filas, ni ciega ni muda, ni amiga. Porque ya hace tiempo que deje de confundir lo que me alimenta con lo que me da de comer y la lucha con la pelea; aunque cada casi 100 años nieva en buenos aires, el pueblo, no sé de que clase, se atreve recién a tomar las calles celebra o festeja el mundial de nieve frente a la ventana con la calefacción central los ideales se derriten los poetas de cierta edad se sonríen aunque esta misma noche la gente estará muerta o ya se han muerto, no lo sé, en el día de ayer. Tapa la chapa la nieve, embotamiento adentro en el hueso, frío el colchón, o la catrera congelada la habilidad de sentir, nada, nada excepto felicidad, los poetas de mi edad no leen libros rojos y negros forrados con papel araña, burócratas del reformismo votan vetan desalientan a quienes resistimos la estupidez. Y esto no es ni violencia, ni un ventilador de mierda, que podría haber sido peor, y en quien no me inspiré para escribir este poema es porque no he querido que se cuelguen de mis tetas. Esto, decía, no es violencia, violencia es lo que ustedes hacen contra la poesía, que es la vida, un tesoro a compartir por todxs. Violencia es su falsa y doble moral, su hipocresía, su otorgar credenciales, sus festivales. Mi odio no te engaña, soy verde mordedura que te encera, lengua bífida sincera, profundo, fiel, mi odio no te engaña. Nunca andás solo, mi odio te acompaña, hasta que el rostro se te vuelva cera, tendré en tu sombra la forma de pantera, mi odio no duerme, mi odio te acompaña.

- - -

Nota: los errores ortográficos o de tipeo son originales, así como la utilización de una "x" donde otros habrían usado la arroba (@).




Dos poemas de Leonor Silvestri (porque no la odiamos)


Cotorrita

Esposaste mi vida con un hilo de oro.
Una cotorrita enjaulada, de esas,
que se venden en la feria de Pompeya .
La jaula no tiene
el cerrojo echado
la puerta no está
cerrada del todo
la cotorra se queda
el tobillo le enrosca
esa cinta dorada.
Un hilo de oro, sutil.
Sin embargo,
no lo puedo cortar
ni con el pico,
ni con la boca .



Mecánica particular

Cuento con las líneas en fuga
los planos superpuestos
mis ganas de vos
mi mesa mi silla mi computadora
cuadros sobre cuadros
en esa pared
fotos dentro de fotos y
40 dibujos ahí tirados
un piso
Cuento con lo concreto y lo abstracto
mis manos en el diccionario
mi lengua las lenguas tu lengua
si no llego a conocerte en esta vida
quiero sentir tu falta.





*CICLO- MANIFIESTO. Intelectuales y artistas ponen en escena sus manifiestos estéticos, políticos y existenciales. Los invitados tendrán la libertad de confeccionar textos en los que manifiesten sus creencias o desarrollar una performance artística en la que sienten las bases de su producción. De este modo tomarán una posición frente al mundo, frente a la realidad, frente al arte.

lunes, 23 de marzo de 2009

Historia del poema "Ella"


por Juan López



He contado esta historia a algunos amigos, pero nunca la escribí y, por lo tanto, no la he referido con tanto detalle y de una vez. Lo hago ahora, a pedido de Hernán Schillagi para El Desaguadero.

En la década del 80, a la mitad, digamos –miren qué “viejo” será el poema (está en el libro Mirá, de 2005)–, conocí a una mujer que me presentó un amigo, de casualidad. Estábamos en el centro, en un bar que fue el Peter John (los mayores de 50 que merodearon Rivadavia y San Martín lo conocieron: cuando iban al secundario, se hacían la sincola en ese bar). Bueno, estábamos en el mismo local pero no se llamaba ya Peter John. No recuerdo su nombre. Estaba sobre Rivadavia, mano sur, a unos metros de San Martín. Creo que donde hoy está, qué curioso, la Librería Técnica.

Los tres, ella, mi amigo y yo, teníamos más o menos la misma edad, 23. Hoy, los tres rondamos los 46.

Estábamos tomando algo (probablemente, vino o cerveza) mi amigo, su amiga y yo, y, por alguna causa, mi amigo se fue. No sé si estaba organizado para que yo me quedara con ella o qué. Lo cierto es que, sentados a una mesa, enfrentados, mirándonos, comenzamos a hablar (aunque no me crean, no recuerdo el nombre de ella). Fue una charla impresionante. Coincidíamos en muchísimas cosas, lo que uno decía, el otro lo acrecentaba. Habíamos leído casi los mismos libros, por ejemplo. Fue, en síntesis, un potentísimo intercambio de energía. Creo que fueron dos horas de charla continua, entre el atardecer y la noche: gustos, odios, amores, decepciones, luces y sombras, dolores y maravillas. Me enamoré de ella de una manera extraña, porque a la vez que me fascinó y conmovió, llegué a la evidencia, luego de unos días, de que sería imposible avanzar hacia algo real con esa chica. Además, estoy seguro de que ella no se enamoró de mí. Esto puede resultar adolescente, y está bien, porque éramos casi adolescentes.

La sensación de descubrimiento y la emoción de esta charla me duraron varios días. No me cabe duda de que es la mujer, y lo debe seguir siendo, más inteligente, curiosa y densa que he conocido. No me gusta decir “más sensible”, porque sostengo que todos los seres humanos somos sensibles. Además, para colmo, era muy bella. Un tiempo después de ese encuentro, escribí el poema Ella, de un solo tirón. Con una birome de esas tipo Pilot, de tinta azul. ¿O era una Bic trazo grueso? No lo recuerdo. El original se lo regalé unos años después al Ulises Naranjo, porque él amaba ese poema: cuando lo leyó, dijo que era el mejor poema que había leído jamás, cosas que dicen los amigos. Es uno de esos textos que salen de un tirón. Fue una descarga a tierra de tanta pasión intelectual con la mujer más inteligente, serendípica, intensa y fugaz de mi vida.

Lo que sí puedo agregar es que después de casi 25 años, la vi caminar por la vereda de la calle Avellaneda, casi Mathus Hoyos, en Bermejo. Yo iba en micro y la vi. Uf, me dije, ahí está. Y me volví a quedar paralizado. Y ahora recuerdo que ella, como yo, es Virgo. Pregúntenle a Alicia Contursi qué puede pasar cuando se encuentran dos Virgos de distinto sexo. Lo más probable es que diga que se atraen tanto como se distancian.

Por último, quiero revelar el sentido de uno de los versos, el que dice “plagio anacrónico”. No se refiere a ella, sino que es un metaverso, es decir, un verso que alude al mismo poema. Porque lo escribí con espacios en blanco, a la manera de los vanguardistas que jugaban con los blancos, copiándoles, por eso “plagio anacrónico”. Eso no lo podrán ver ahora, porque lo registré sin ese recurso, pero puedo conseguir el original y se los muestro algún día. Debo tener una fotocopia por allí.

Cierre: el amigo que me presentó a la mujer que inspiró Ella es el Alejandrito Río. Dondequiera que estés, Ale, va un abrazo de hermano.





ella


ella jugaba con palabras
y las palabras jugaban con ella
y las palabras jugaban entre ellas
todos aquellos juegos todos aquellos tiempos
eran
una gran marcha atrás que no retrocedía
ella jugaba además a ser un fragmento de sí misma
un fragmento ensimismado
quieta su mente
antojadizo su corazón
sístole anárquica diástole monárquica
flecha de mentirita
beso supersónico
sombrero sinfónico
plagio anacrónico
ella jugaba a ser desobediente con su juego
y terminaba
hablando en pasado del futuro
fabricando pan duro
soñando con un espejo de plata
ella era así
bastante loquita


Juan López, en Mirá, Ediciones Simples, Mendoza, 2005.

viernes, 20 de marzo de 2009

Nuevo libro de Hernán Schillagi


Primera persona, de Hernán Schillagi. Primer premio de poesía Vendimia 2008

El libro está en prensa, sale oficialmente en abril y será presentado en la Feria del Libro de Buenos Aires 2009, el 11 de mayo. Aquí, un adelanto para los lectores de El Desaguadero.


Palabras de presentación


En Primera persona hay una idea motriz que, como un corazón, impulsa el ritmo de todos los poemas: está expresada en la página inicial y habla de un texto escrito que ha sido destrozado y ahora el autor pretende restituir su unidad con la febril ayuda de la memoria.

Lo que podría parecer un ejercicio vano acaba siendo crucial para el que escribe: al restituir los fragmentos -es decir, a medida que avanza, poema a poema, la obra- el poeta va descubriendo su propia unidad dispersada, al tiempo que descubre que hay algo que va a perderse para siempre y que quedará así, hecho trizas de manera irremediable.

El libro sostiene sorprendentemente, desde la primera página hasta la última, ese concepto, pero el recorrido por los pedazos del texto mayor permite recorrer también la hondura del poeta (sus interrogaciones sobre la existencia, la relación con algún otro, los ecos de una infancia perdida a la vez como perdido está este presente a pedazos). Será entonces cuando Hernán Schillagi diga: «y desde un sueño / voy hacia mí // me llamo me nombro / "ajeno" "extraño" "yo" // y no respondo al desafío // quizá tanto eco / envuelva nuestro cuerpo / abandonado pobre baldío / y amordace la palabra el abrazo / final de esta separación».

Fernando G. Toledo


Algunos poemas de Primera persona

justo en mis manos la luz
se cierra hondamente
escapan rayos de entre mis dedos
y descubro tu negro ser
que se agita se pierde
revoluciona los deseos
donde más muerde la soledad

justo en mi pecho la música
se quema con ansias
mi lengua abrasa la noche
y se humedecen las notas
de un cegado canto
llueve el amor el hambre el sexo
cae el cuerpo todo se rompe

justo aquí en ninguna parte

*

ya ves que ha llegado la hora de partir
el momento en que tus manos me sueltan
todo un invierno encima
partimos para dar con el viento
que aleja los recuerdos
y nos convierte en un hermanado nadie

partimos para que cada uno cante cuente
la retaceada historia de los días
la no escrita leyenda de los pasos
los mensajes que van en la sangre de los ríos

es el azar que cumple con su destino
no has crecido ya ves yo tampoco
y no hay víctimas ni espera ni esperanza


para antonio di benedetto

*

voy hacia el futuro te alcanzo
sabemos que el cuerpo nos llama
a contravoz del lenguaje
buscamos el aliento en cada parte
que nos ha tocado ser
entonces te hablo desde el fragmento
desde el abierto refugio
donde este combate me arrojó

te oigo gris al nombrarme
ya no veo tus labios son los míos
ya rasgo la carne de tu sombra
tu sangre se enturbia con mi sangre
la luna nos descubre húmeda la mirada
«sigo a tu lado no voy a soltarme» rugimos
y la promesa nos vuelve humanos


De Primera persona, Hernán Schillagi. Ediciones Culturales de Mendoza (2009)

Más poemas del autor aquí

domingo, 15 de marzo de 2009

El Desaguadero / Número 1

Un blog de poesía escrito por poetas


ENTREVISTA
Diana Starkman: «Tejer y destejer el camino de la poesía»
por Paula Seufferheld


NOTAS Y ENSAYOS

El tamaño, ¿importa?
por Sergio Pereyra

Poesía sin alma
por Cecilia Restiffo


LA HISTORIA DE UN POEMA
Sin raíz, de Hernán Schillagi
por Hernán Schillagi


RESEÑAS CRÍTICAS
Un arte callado, de Joaquín Giannuzzi
por Fernando G. Toledo

Un día entero, de Ángela Pradelli
por Hernán Schillagi

Viejo hotel,
de Carlos Levy
por Hernán Schillagi







viernes, 13 de marzo de 2009

El tamaño ¿importa?

por Sergio Pereyra

Arijón, Jiménez, Neruda, Withman y Prevert


Paseando ayer la mirada sobre algunos volúmenes de mi biblioteca, di con Neruda, de quien leí completos los edulcorados Veinte poemas de amor y una canción desesperada, pero deserté antes de alcanzar la mitad de los no menos dulces Cien sonetos de amor. También con Whitman, el hombre de la larga barba, tan intenso, tan... ¿Habrá algún valiente cruzado, en los últimos 50 años, ese océano que es el Canto a mí mismo? ¿Y las Paroles de Prevert? Yo, no. Ah, qué alivio, la vista de Claudia Masin, Poemas y animales sueltos de Teresa Arijón, Flores bajo la lluvia de Roberto Malatesta. Tres libros con los que pude. Me asalta entonces una duda: ¿por qué unos sí y otros no?, ¿tiene la extensión algo que ver en todo este asunto? Si comparo los terminados con los abandonados, parece evidente que sí. Poco más de veinte textos unos, cien o más los otros.

La pregunta que se impone, y que les extiendo, es: ¿cuántos poemas debería contener un poemario para que sea leído íntegramente por un lector de estos tiempos tan habituado a la lírica como al “surfeo” por Internet? Dos aclaraciones. La primera: cuando digo leer, desde ya no me refiero a pasarle los ojos y la voz por encima, pues para eso un par de horitas bastan, cuando no menos. Prueben con Árbol de Diana de Pizarnik. Cuarenta minutos y ya está. Esos textos prosificados no deben cubrir más de dos carillas y no obstante, ¡cuántas lecturas soportan! La segunda: sé que pueden responder que en este, como en otros asuntos, no es el tamaño lo importante. Que un texto imposible para un lector puede ser el paraíso para otro. Que hay lectores tan disciplinados que, aunque detesten el plato, lo tragan sin dejar escapar una sola queja. Que hay, asimismo, lectores tan hedonistas que no aceptan de la lectura otra cosa que horas de placer y, por lo tanto, ante el mínimo asomo de tedio avientan el libro por la ventana. Lo sé. Sin embargo, y como esta revista admite los comentarios, las exposiciones, conocer sus experiencias sería interesante para afinar la idea que tenemos del comportamiento de un lector del siglo XXI.

Y aunque no ignoro el trabajo enorme, espinoso que supone lograr la adecuada organización de un libro, trabajo que por supuesto no es gratuito, es decir, está cargado de intención, me pregunto qué tan necesaria, o mejor, que tan posible sea esa lectura del conjunto. Pues, convengamos, muy raramente oímos hablar del sentido global de una colección de poemas, exceptuado quizás el ámbito académico, sino de lo que tal o cual poema suscitó, básicamente en el terreno de las impresiones ¡Ni hablar al momento de las citas, cuando la mayoría nos conformamos con desembuchar dos o tres versitos! ¿Será que a esta altura del mundo nos replegamos en lo parcial porque somos incapaces de obtener una idea general? ¿Será que un poema es una obra que no necesita “compañía” para alcanzar su pleno sentido?

Y como este texto dejó en el aire demasiadas incógnitas y ninguna respuesta, lo abandono. Por ahora seguiré leyendo algunos poemas (sueltos) de Paula Jiménez que, claro está, desen-red-é de su blog.

martes, 10 de marzo de 2009

Entrevista a Diana Starkman


«Tejer y destejer el camino de la poesía»

por Paula Seufferheld

Diana Starkman es profesora, investigadora y una lectora amante de poesía –quizás este último es el epíteto que mejor le cuadra- y pasó por El Desaguadero a abrevar junto a nosotros. En un amplio recorrido temático, habló de su acercamiento a la lírica, de sus primeras lecturas, de autores y cantantes que la cautivaron con la exquisitez de sus versos hasta llegar a su decisión de investigar el trabajo de poetas mendocinas. Asegura que su tarea de indagación recién comienza ya que el caudal lírico de la provincia crece y arrasa los límites mismos de la belleza.


-¿ Qué es para usted la poesía?

Si tuviéramos que definir el discurso poético y por ende su manifestación textual, creo que todas las constelaciones semánticas y sémicas no alcanzarían a definir dicho universo. El lector que aborda el texto poético se sumerge en una filigrana de sentidos, en las profundidades iluminadas de las palabras, en redes oceánicas, como diría Neruda, arrojadas a un mar de sentires.
Muchos se preguntan a menudo acerca del sentido de leer o de escribir poesía. Y si bien las diferencias son abismales entre uno y otro acto poético, diría que, precisamente, coinciden en ese "escudriñar" en dichas constelaciones, en despojarlas de su realidad inmediata para construir con ellas nuevas representaciones. Diría que el acto poético es un acto creador por naturaleza.
Poder tejer y destejer los caminos sembrados en los textos poéticos, al mejor estilo de Penélope, es el desafío. El texto es una promesa que no siempre se cumple. Es el sentido. Aquello inefable que una y otra vez nos persigue hasta que nos alcanza.

-¿Cuándo surge su interés por la poesía?

Creo que desde la niñez, desde las rondas infantiles de mi época, cuando los versos se cantaban, desde la música con mi guitarra y la memorización de sentidas canciones, desde la declamación de romances o autores tan musicales como García Lorca o Baldomero Fernández Moreno.

-Aparte de estos poetas que nombra, ¿cuáles fueron los autores que la marcaron y determinaron su decisión de investigar dentro de este género?

Mis primeras incursiones juveniles me acercaron a Juana de Ibarbourou, Alfonsina, Guillén, Oliverio, Rubén Darío. Más tarde descubrí a mi querido Neruda; también me interesé por la obra completa de Cesar Vallejo, Ungaretti, Quasimodo, Mallarmé, Baudelaire, Whitman y los mejores poemas de Benedetti, Gelman y Juarroz. Tampoco dejé de lado el valor poético de las canciones de Charly, Spinetta y Serrat, por citar solo algunos enormes cantautores. Creo que estas experiencias me marcaron para el resto del viaje por la lírica. Considero que un buen poema te colma el alma y traspasa tu piel. Un buen poema te saca del mundo ordinario y te hace vivir fuera del tiempo. Con un buen poema vibrás en una frecuencia inexplicable, con un buen poema descubrís en un mundo, todos los mundos.
Luego, más adulta ya, tomé la decisión de despegarme de lo aprendido en la facultad y buscar nuevos vientos teóricos que me hablaran de la poesía y que la hicieran decir más allá de sus versos; aquello que Octavio Paz cree que está "escondido entre el tejido de las palabras y que pareciera que éstas quisieran retener o atrapar". Y entonces, cansada de explicar los textos por las felices o infelices vidas de sus autores; agotada de enseñar los tropos y lugares comunes de la estilística; aburrida de agrupar los textos por sus ejes temáticos y de las interpretaciones subjetivas; me zambullí en la semántica interpretativa y la semiótica, de puro curiosa nomás.

-¿Qué diferencia a un lector asiduo de poesía de otra clase de lectores?

Creo, digo creo porque es mi más subjetivo diagnóstico, que hay algo químico en todo esto. Es como en el amor o en el enamoramiento: "cuestión de piel". En El libro de Los Abrazos, Galeano compara al mundo visto desde lo alto con un mar de fueguitos. Dice: "el mundo es un mar de fueguitos, algunos brillan con una intensa luz propia y quien se acerca se enciende". Para mí, en el mar de los textos, los poemas son esos fueguitos de Galeano.
La poesía nos enciende y nos enfrenta con nuestros más recónditos yoes, con aquellos que nos da hasta vergüenza sacar a pasear de la mano. El lector de poesía emprende una travesía a través de sí mismo. Es un adicto a la sugerencia, al decir y no decir, está adherido a la imagen, es consumidor de insinuaciones e indicios. Es también aquél al que le suena una sinfonía mientras lee un poema, el que ejecuta una música mientras queda enredado en una metáfora y al que se le eriza la piel en el touché final de un verso.

-Como docente e investigadora especializada en Semiótica, ¿qué la llevó a elegir textos líricos mendocinos como material de análisis?

Es largo y sinuoso de explicar, pero intentaré una síntesis que se remonta a la década de los 90 y que está relacionada con los días de docencia en el CUC (Colegio Universitario Central). Allí comencé con un proyecto que se llamó Literatura: un puente interior hacia la vida. Como parte de este emprendimiento, surgió mi investigación continua sobre nuestros autores. Los alumnos se mostraban entusiasmados de estudiarlos, crear las imágenes mentales acerca de sus personalidades, sus caras, puesto que en algunos textos no había ni siquiera fotos de ellos. Los resultados fueron positivos. Los chicos se coparon con los escritores y prepararon presentaciones en donde ponían sobre el escenario del aula representaciones intertextuales de música y poesía o de poesía y expresión corporal. Estas experiencias fueron llevadas a dos Ferias Internacionales del Libro en Buenos Aires, y, en Mendoza, a la Feria Provincial.
En 1992 viajamos a Buenos Aires con el sexto año del CUC y con algunos autores nuestros como Carlos Levy, María Inés Cichitti y José Luis Menendez para participar en la Feria y en un congreso de literatura organizado con otra escuela secundaria de Buenos Aires. Estas actividades interesaron a una periodista conocida de Inés Cichitti y derivó en una entrevista aparecida el mismo año en el diario Los Andes, comentando la experiencia y el giro que había dado la didáctica de la literatura en Mendoza. Creo que la periodista exageró un poco, pero valió la pena, porque planteó lo perimida que estaba la enseñanza de literatura local por esos días en las escuelas de Mendoza.
En síntesis, mis intereses comienzan de un modo empírico. Fueron años de mucho trabajo y de investigación en el campo intelectual mendocino y de contacto con los autores. Por esa misma época, algunos investigadores de la FFyL también tuvieron la inquietud de comenzar a estudiar la obra de autores locales fallecidos hacía poco tiempo: Abelardo Vásquez, Solá González, entre otros.

-¿Qué criterios utilizó para seleccionar determinada bibliografía como soporte de su investigación con los que abordó los textos de dos poetas mendocinas: Adelina Lo Bue y Patricia Rodón?

Esta pregunta está relacionada con el trabajo de investigación que elaboré para escribir mi tesis acerca de las autoras mencionadas, en el marco de la Maestría sobre el Arte Latinoamericano que se realizó desde 1998 hasta 2001 en la FAD. Con este trabajo, en 2004, me gradué como Magíster en Arte Latinoamericano. Posteriormente, dicha tesis dio pie al dictado de un seminario en San Martín, al cual concurrieron algunos de los escritores del Este mendocino.
Cuando me planteé volcar mis indagaciones empíricas de tantos años en el papel, tuve que seleccionar, entre los marcos teóricos, cuál de ellos funcionalizar para mi trabajo. Por ese entonces, en los 90, ya me había acercado a los postulados semióticos, a partir de algunos seminarios realizados con la magíster Estela Saint André, a la cual agradezco haberme puesto en este camino.
Fascinada entonces por los formalistas rusos, me dediqué a estudiar, en primer lugar, a Lotman y luego a los representantes de la Escuela de París, y aunque desde los 60 han corrido muchos vientos teóricos, me aboqué a indagar y mirar desde esa perspectiva los textos. Otro teórico que me ayudó fue Rastier, más actual, también francés. Sus aportes a la semántica interpretativa desde los conceptos de los dominios y las dimensiones son insoslayables. De todos modos, no sostengo la idea de encerrarse en determinados encuadres teóricos que a veces fuerzan los textos a decir lo que no dicen. Los marcos teóricos son importantes, sin embargo, el crítico no debe perder nunca la intuición para postular determinadas conjeturas con respecto a la lectura de un texto. Dichas presunciones, como diría Eco, se demuestran luego, en el andar por los caminos de la interpretación. Otra vertiente que me interesa es la de los españoles que retoman los postulados de Greimas y Courtés de la Escuela de París: Jenaro Talens, Fernando Casanova, Angel del Río, por citar algunos. No quiero olvidarme tampoco de Bremont ni de Barthes en su etapa de postestructuralista, tampoco de Genette y sus aportes de narratología e intertextualidad, así como de Todorov y su análisis estructural del relato.
En conclusión, pienso que, como diría Barthes, hay que preguntarle al texto. El crítico emprende un diálogo fecundo con el yo lírico textual, para comprobar sus conjeturas; entonces el texto se abre y muestra sus signos.

-Ya que hablamos de estas autoras, ¿qué aspectos le interesaron indagar de sus producciones literarias?

En realidad, el proyecto de investigación, en sus comienzos era más ambicioso. Pretendía trabajar sobre el análisis de tres autores, entre los que también incluía a Carlos Vallejo como representante de las voces masculinas, pero quedó pendiente. Me focalicé entonces, en la desambiguación de las estrategias y claves de la poética de estas autoras, con el propósito de proporcionar elementos para el abordaje de sus textos y para mediar la lectura de las mismas. "Es otra humilde mirada, no la única".
Los aspectos que me interesaron fueron: los pactos de lectura que las estrategias textuales proponen al lector, las manifestaciones poéticas como recorridos generativos. La semiosis de sus imaginarios y sus poéticas. Creo haberlo “casi” logrado. Todo trabajo intelectual es siempre perfectible.

-¿Por qué cree que en Mendoza son contados los académicos que realizan investigaciones literarias sobre poesía local?

Actualmente, se está trabajando un poco más. La doctora Marta Castellino ha publicado recientemente un libro de crítica en el cual aborda la poesía de Adelina. Sin embargo queda mucho por trabajar para que nuestros autores entren al canon literario, por lo menos, al mendocino. Tampoco debemos olvidar al doctor Gustavo Zonana que indaga constantemente en los textos de escritores locales.

-Actualmente, ¿está trabajando en la obra de otros poetas?

Me gustaría completar mi trabajo de investigación con las voces líricas masculinas, así como también indagar en la obra de nuevos autores. Muchos van marcando una trayectoria que la podríamos rastrear desde los poetas de Las Malas Lenguas.

-Como alguien que se muestra apasionada por el género lírico -puedo dar testimonio-, ¿qué opina de la generación de poetas que comenzaron a escribir en los 90?, ¿a quiénes rescata?, ¿qué valora de sus temáticas y estilos?

En primer lugar agradezco el epíteto de "apasionada". Saben que esa palabra se relaciona con el entusiasmo, cuya etimología es muy hermosa en griego. Su significado tiene que ver con el estar poseído, imbuido, inmerso. Por otro lado, apasionamiento comporta la idea de pasaje, de ir de un lado a otro, de la vida a la muerte, de lo sagrado a lo profano.
Hablar de la nueva generación de poetas es algo difícil de contestar en una entrevista breve. Más que dar respuestas aisladas, tendría que comenzar un trabajo explicativo que sentara las bases acerca de la los ejes axiológicos sobre lo estético que me permitieran describir y comparar. Sin embargo, y sin dar nombres, creo que esta generación, tanto los poetas más conocidos como los que se mantienen aún en la periferia del campo cultural, luchan día a día con la hoja en blanco, con la palabra y con un mundo lector que ha perdido la posibilidad del entusiasmo y el pathos griego. No es fácil leer poesía y, menos aún, escribirla.
Sé que entre el grupo de poetas-periodistas del Este se perfilan y existen grandes autores. Y el tiempo, variable, cruel pero inexorable, me dará la razón.
Mientras los textos sigan entablando diálogos con sus lectores, dando respuestas y planteando nuevos interrogantes, podremos decir: la poesía no envejece, vive.
Agradezco la oportunidad de haber charlado con ustedes de poesía. Y es mi más profundo deseo que un aluvión de lectores empuje tan fuerte las aguas como la fuerza con que arrastran las aguas del río.


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Diana Starkman nació en Buenos Aires en 1953. Los años familiares la trasladaron a Mendoza en la década de los 60. Realizó sus estudios en nuestra provincia, tanto secundarios, universitarios como de posgrado. Desde 1987 se dedicó a la tarea docente y aún continúa en ella.
Ha participado en numerosos eventos culturales difundiendo la poesía mendocina tanto en la provincia como en la Capital Federal.
En 2008 coordinó los eventos literarios en la Feria Provincial del Libro en el marco de la DGE, como miembro del equipo: Leer en Mendoza perteneciente a dicha dirección.
Ha realizado numerosas exposiciones en los congresos de literatura argentina y latinoamericana organizados por la FFYL (Facultad de Filosofía y Letras-UNCuyo). También se ha desempeñado como jurado de tesis de numerosas maestrandas en la FAD (Facultad de Artes y Diseño-UNCuyo).
Actualmente coordina el ingreso a la FAD en el módulo de comprensión lectora y se desempeña como docente en las escuelas secundarias de la UNCuyo, en terciarios y CENS.