domingo, 1 de noviembre de 2009

Una maleta cargada de lluvia: Crónica de Viajero inmóvil

Crónica de la presentación de Viajero inmóvil, de Fernando G. Toledo.
San Martín, 9 de octubre.


[El amor] «es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente.»
Francisco de Quevedo.


Principio de incertidumbre

En general, esta cronista tiene en su mente «el guión»-como dicen los lingüistas- de lo que puede ser la presentación de un libro de poesía. Ha asistido a algunas y nunca falta la mesa cubierta por un inefable mantel oscuro, el micrófono, cantidades exorbitantes de agua (¡por favor, que alguien me cuente si ha visto deshidratarse a un poeta!), la iluminación tenue, el acompañamiento musical grabado o, en el mejor de los casos, «en vivo», el ritmo cadencioso y expresivo del recitado del artista y el público silencioso que pocas veces está seguro de cuándo aplaudir y cuándo no, como sucede en los conciertos de música clásica.

La presentación del último poemario de Fernando G. Toledo, Viajero inmóvil, destruyó el guión de la que escribe por completo. La noche del 9 de octubre, en el salón del Concejo Deliberante de la Municipalidad de San Martín, esta cronista fue testigo, junto a un centenar de personas más, de una performance «luminosa» a pesar de la obligada oscuridad que fue un elemento escenográfico imprescindible en el espectáculo. Pero no nos adelantemos, también las crónicas tienen un «guión» y entre sus basamentos está el respeto por el orden cronológico de los hechos.

¡Qué comience la función!

De poeta a poeta. Hernán Schillagi, entrañable amigo de Toledo y co-director junto a éste del sello Libros de piedra infinita, es quien abre el fuego aportando algunos datos esenciales del libro mismo y su contexto: primero, Viajero inmóvil es el cuarto poemario de Toledo luego del premiado Secuencia del caos; segundo, el texto tiene un valor agregado: el exquisito prólogo de la poeta Claudia Masin y los diseños e ilustraciones de Romina Arrarás; tercero, la edición del libro no hubiese sido posible sin el aporte de la Municipalidad de Rivadavia, tampoco esta presentación podría haberse realizado sin el apoyo de la Municipalidad de San Martín (la cronista agrega: esta es la verdadera coparticipación municipal). Finalmente, esta obra no es ningún viaje inmóvil para Libros de piedra infinita que con este nuevo capítulo, avanza un tramo más en su largo camino de 14 textos editados.

Luego de estas menciones y agradecimientos necesarios, Schillagi anticipa algo del contenido del texto formulando una pregunta esencial: ¿por qué el poemario se llama Viajero inmóvil? Título extraño. Oxímoron. Viaje a ninguna parte. Pero, ¿a dónde? El poeta da pistas precisas: «un hombre decide ir detrás de una mujer amada y perdida […], antes de dar el primer paso, descubre que el avance se le vuelve imposible porque así crearía una nueva distancia».

El protagonista. El salón se oscurece completamente, el músico y periodista Ramiro Ortiz realiza con su guitarra una magistral improvisación acústica a partir del tema Stationary traveller de la agrupación Camel. En una pantalla comienzan a proyectarse imágenes de un recorrido rural. Un hombre entra en escena, lleva puesto un perramus azul y carga una enorme y pesada maleta. Sabina canta en su tema Mujeres fatal «hay mujeres que arrastran maletas cargadas de lluvia» y con ello elabora, probablemente, una de las más logradas metáforas sobre la tristeza densa. ¿Este hombre también llevará lluvia en su equipaje? A medida que su voz febril desande los versos de sus poemas, comprenderemos que la respuesta es afirmativa.

A esta altura, la cronista está un poco confundida, ya dijo al principio que su guión «presentación poemario», en esta oportunidad, no le servía. Ahora se enfrenta a un nuevo dilema, ¿quién está en el escenario?, ¿el poeta o su personaje? Como hace habitualmente cuando asiste a una pieza teatral, la que suscribe, decide firmar un pacto de ficción: frente a ella no está el poeta Toledo sino un viajero desencantado. Tampoco ella y el público son simples espectadores, sino mudos testigos de su inútil travesía.

Mientras vemos en pantalla un paisaje de campo que repite su monotonía de pocos elementos: una casa, un viñedo, una hilera de álamos y, de nuevo, una casa, un viñedo…-un círculo en clave de falso avance- y Ramiro continúa corporizando una melodía hipnótica, el viajero habla. Escapando de la espiral visual y sonora que lo envuelve, su voz desata una sucesión de versos apasionados: «Nada encuentro /como todo el que busca/ y por eso insisto/ Con este vicio nómade estancado en la partida». (Poema 1). En esta primera parte, leerá además los poemas 2, 4, 7.

Mod for a Day de Steve Howe (Yes) es el tema que interpretará Ortiz en el primer Intermezzo. Esta breve pausa musical sirve para que esta cronista reflexione y ponga oído a los murmullos generalizados del público: «realmente emocionante», exclama una voz femenina anónima. ¡Qué expresión más cierta!, sobre todo para los que hemos leído algunas veces el texto en forma silenciosa. La que escribe, entrevistando al poeta hace algunos meses, no podía creer que se tratara de un viaje amoroso. Para ella podía ser cualquier travesía: la de Ulises a Ítaca, la del silencio a la palabra, la de lo que somos a lo que queremos, todos recorridos más o menos imposibles. Pensaba, parafraseando mal a Borges, que todos los textos tienen un único tópico: el viaje y que Toledo lo expresaba de manera bella y filosófica. Pero ella ahora siente otra clase de sensación, mucho menos racional, escuchando al viajero: empatía. Sus experiencias amorosas vuelven con sus balances rojos y, por primera vez, esos poemas la interpelan directamente.

La lectura continúa con los poemas 11, 13 y 10. El adjetivo obsceno se repite para remarcar el costado más abyecto del dolor: la distancia crece como hierba obscena (11), los pasos dibujan un círculo obsceno (13). El viajero, consciente del asco que le provoca su inmovilidad, tiende puentes con sus palabras pero ellas, sin haber hecho ningún trayecto, vuelven como piedras para golpearlo y cercarlo.

El segundo intermezzo viene con la contundencia de Tears in the Rain de Joe Satriani. Ortiz deja de nuevo en claro que lo de él es una lección de virtuosismo. En este nuevo corte, la cronista agudiza su sentido de la vista y descubre que entre el público hay reconocidos escritores: Eduardo Gregorio, Roberto Mercado (músico además), Carlos Levy, Débora Benacot y Dionisio Salas Astorga (estos últimos vinieron en la trafic-charter que Toledo y la Municipalidad pusieron a su disposición en el centro de Mendoza para unir el oeste al este en un acto de federalismo y también de cuidada producción).

Para el final, el poeta elige los poemas 20, 19 y 14. Probablemente el 19 sea el compendio más acabado de todo el camino propuesto por Toledo: «Si no tuviera que buscarte Pero hay solo distancia/ La carne sale a velarse sola antes de estar muerta/ Y te busco sabiendo que nunca he llegado tan lejos». Pero, ¿cómo puede afirmar que ha llegado lejos desde el punto donde está estancado? En realidad, lo que se escapa cuando el cuerpo renuncia a la acción, es EL DESEO. «Quizás el deseo también tiene un mundo/ Y aunque aún no doy el primer paso/ Salgo a buscarte […] como si estuvieses/ Todavía aquí y con una simple palabra pudiera/ Aferrarte».

Una poderosa versión en guitarra eléctrica del solo de Stationary traveller cierra el espectáculo.

Principio de certidumbre

El guión «presentación de libro de poesía» vuelve a funcionar. Las luces se encienden, el poeta agradece la colaboración de quienes hicieron posible la presentación, la atención de los presentes; también nombra a los escritores que vinieron a escucharlo, visiblemente satisfecho de la cantidad de artistas amigos. Luego, Roque Grillo, responsable del Área Letras de la Municipalidad de San Martín, hace lo propio reiterando agradecimientos y destacando la tarea de los gobiernos municipales involucrados (San Martín y Rivadavia) para concretar un acto de cultura de la calidad del que acabábamos de disfrutar.

¿Y qué es una presentación sino concluye en un ágape, copetín o tentempié? ¡Mejor ni pensarlo! Romina Arrarás, esposa de Toledo, además de diseñar, ilustrar y filmar las imágenes vistas, fue la encargada de que este momento fuera abundante y bien regado. Pero los asistentes no sólo brindaron y comieron, también compraron todos los libros del poeta expuestos. Fue en este espacio de distensión y alegría cuando la cronista pudo acercarse al poeta, a quien le preguntó: «¿con el perramus parecías un detective, un inspector de dibujitos o qué?», «Ah, no. Eras el Viajero inmóvil».

8 comentarios:

Fernando G. Toledo dijo...

Aunque sin la puesta en escena, tendré oportunidad de presentar el libro Viajero inmóvil este sábado 7 a las 20, en la Sala de las Idea del ECA, como parte de la Feria del Libro de Mendoza 2009. Están todos invitados.

Hernán Schillagi dijo...

Fernando: vale contar -a modo de impresiones- que tu presentación iba al muere desde un principio. Uno leía en la gacetilla "Concejo Deliberante de San Martín" y enseguida pensaba que ese lugar se llevaba a las patadas con una performance poética.

Sin embargo, con el planteo ficcional, la austera pero potente puesta en escena, la música, las luces todas apagadas (con la pantalla como una ventana indiscreta) y tu voz hallando el acento justo (ni meloso ni seco ni rimbombante); el público todo (y me incluyo) entró en el juego. A los 5 minutos ya los oídos de la gente se habían "aclimatado" a tus poemas y aplaudían entusiastas, otras veces acompañaban con un reflexivo silencio el final de un texto. Hay veces que, en un viaje, uno habla mucho con el otro y que te callés no quiere decir que no sigan juntos hacia una misma dirección.

Quiero destacar un momento de Ramiro Ortiz: cuando dejó la acústica de lado y se calzó al final la eléctrica para ese solo de Stationay traveler. Era una sorpresa que yo la sabía (me lo habías anticipado), pero me mató, flasheé y me dejé llevar por esa guitarra lejana que con cada acorde tajeaba la oscuridad de los corazones presentes.

Sorprender a propios y a extraños quizás sea la tarea de un buen poeta.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Espero ver muchas performances como ésta en el futuro. Creo que no importa el lugar -puede ser una cancha de bochas- sino la "actitud" del poeta para sorprender. Quizás algún día, algo me hace sospechar que cercano, los poetas ya no sean "los caballeros de la aburrida mesa rectangular".

Hernán Schillagi dijo...

Paula: para empezar, muy buena tu crónica. Focalizar los hechos desde la emoción, pero sin olvidar lo extrictamente informativo hacen de este texto un valioso testimonio. Eso sí, si bien lo incluiste justificadamente, no me gusta la onda "estrictamente social" de nombrar a las "personalidades presentes".

Me encantaron las referencias veladas a la obra de Joaquín Giannuzzi (Principio de incertudimbre, qué libro!) que tan caro es al poeta Fernando Toledo (la "G" poco a poco está desapareciendo por efecto televisivo).

Pregunto: ¿Nace un nuevo héroe posmoderno? ¡El Viajero inmóvil! De día es un atildado periodista de espectáculos de un Multimedios, padre de una numerosa familia y ateo militante. De noche hace de las suyas -con la poesía a mano armada- contra supervillanos que no saben apilar tres versos seguidos sin pifiarle.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Entonces en la maleta no carga lluvia. ¿Qué se esconde en ella? ¿Qué armas lleva para imponer su justicia poética? ¿La implementación de la reflexión y la metáfora como banderas de una poesía que quiere despegarse de la hojarasca del tópico cotidiano? Mejor no sigo porque mis preguntas son cada vez más largas y no quiero marear a este paladín nocturno.

(¿Esa "mente" habrá creado el juego de palabras "Mur pronto"? Otro misterio que merece ser salvado).

Fernando G. Toledo dijo...

(¿Esa "mente" habrá creado el juego de palabras "Mur pronto"? Otro misterio que merece ser salvado).

¡Nooooooooooooooooooo! ¡En absoluto! Misterio resuelto.

sergio dijo...

Podría decir que la crónica es tan buena y puntillosa que me salva de la angustia de no haber estado allí. Falso. La acentúa. Pero bueno. Así son las cosas. Por suerte uno sólo tiene una vesícula y los libros de Toledo (y sus presentaciones) estoy seguro, serán abundantes.

Escribir, coleccionar, vivir dijo...

Sergio

Sergio:
Si para algo puedo servirte, es para ser tus ojos en aquellos lugares a donde no puedas ir. Pero ahora, sin vesícula, no tenés excusa de faltar a ninguna cita. Yo, por ejemplo, no tengo apéndice. Es más, vos y yo (y un psiquiatra de confianza, ja) podríamos dar la vuelta al mundo en balsa.
Insisto, esta crónica es un torpe reflejo de una gran performance.