martes, 12 de abril de 2011

La historia de un poema de Jorge Aulicino




por Jorge Aulicino
(Especial para El Desaguadero)

La verdad es que me resulta imposible referir cómo nace un poema. No es que quiera mantener el secreto profesional ni que intente alimentar mistificaciones respecto de la «creación». Es que lo único consciente en ese mecanismo suele ser un plan previo general; después, cada poema, y diría cada línea, nace de una forma inesperada. Me parece que responden, poemas y líneas, a cierto magnetismo que las palabras guardan entre sí, para cada uno, en un amplio diccionario en el que se mueven flotando en aguas inconscientes. Tampoco hablo del inconsciente freudiano, de una simbología que connota el trauma. Ni de otros arquetipos que no sean los individuales, ligados muy secretamente tal vez, y de manera muy tenue, a los arquetipos de Jung. Así pues, puedo decir que algunos libros fueron para mí planificados, en líneas generales, y en cierto modo inspirados por determinados hechos materiales o espirituales. Pero fueron trazando su derrotero dentro de ese plan general. Dicho de otro modo, en la lengua, como la recibimos desde que comenzamos a hablar, y sobre todo a leer, las palabras han adquirido por sí solas relaciones; han encontrado en el discurso literario universal un valor connotativo que es lo que intentamos trasmitir. Puedo en ese sentido recordar muy bien la intención de un libro mío, La nada, cómo surgió y a qué impulsos respondía. No podría decir cómo se tramó cada poema. Quiero decir, antes de seguir, que sin esa libertad del espíritu, nada surreal, no es posible la poesía. Sobre este libre fluir, y sobre la marcha, como se bate un hierro caliente, la inteligencia busca, rápidamente, la forma. La forma es rítmica y es semántica. Si pongo una palabra a primera vista caprichosa, poco dócil, en funcionamiento, cuanto más arbitraria es, más debe ser sometida a repetición, a funcionar en un determinado contexto, a mantener a la vez su carácter de mensaje encriptado y a convocar a las que connota o guardan una relación secreta con ella. Todo este fluir inconsciente debe ser reducido a claridad, como gustaba decir Pavese. De ese modo trabajé en un poema de mi libro más reciente, Libro del engaño y del desengaño, la palabra «crisantemo». A tal punto su aparición fue arbitraria, y de tal modo se me presentó como fetiche, que la obligué -y esto también de alguna forma intuitiva- a seguir jugando el papel de escapulario, de talismán, en todo el poema, que describe una situación muy concreta, vinculada a un paisaje urbano desaparecido: el de los antiguos cafés, y, en general, a todo el paisaje urbano de hace cuarenta años y más. La nada respondió a la idea, y al impulso, de escribir una serie de poemas a la manera de fragmentos de un solo canto, que refiriera a todas las guerras y a diversas civilizaciones, movidas a la vez por la violencia más arcaica y por arrebatados deseos de gloria. Hubo allí un detonante secreto que fue un juego para PC, el Age of Empire II. De eso se trataba: civilizaciones en movimiento, invasivas, creadoras y destructoras. Sin embargo, por una razón que desconozco, el primer poema de la serie refería a una guerra más bien del futuro. Lo que escribí primero surgió de una imaginería de películas del tipo Terminator. Iniciada la serie, apareció un personaje que parecía ser el narrador, un lector de la National Geographic, un ex soldado. El ex soldado, si bien parece ser contemporáneo, ya está marcado por la referencia futurista. La National Geographic influyó en mi adolescencia y era aún mi presente. Todo el libro está atravesado por la pregunta ¿para qué las Galias? Y en lugar de las Galias podría ponerse cualquier otro objeto de conquista. Finalmente, puse esa pregunta en boca de un «speaker romano"», un personaje que había avizorado en alguna parte, tal vez en un comic, o en internet. Pero no era mi intención responder la demanda que el speaker responde por sí solo, remitiendo al sentimiento heroico, o a la necesidad heroica. Mi intención era que todo el canto diera esa sensación de contigüidad de los tiempos que a mí me daba el Age. Por ese camino seguí aún en Cierta dureza en la sintaxis. Puedo decir, entonces, cuál era el objeto del canto La nada desde antes de escribir la primera línea. Por qué tal o cuál imagen apareció antes o después, es algo que no puedo responder, porque la escritura se produce en un estado de enrarecimiento tal que apenas podemos someterla al rigor del martillo para que se convierta en hierro duro, sin perder su calidad de objeto viviente, animado por espíritus.


Algunos poemas de «La nada»



Primera parte

1-¡Oh espíritus o ángeles caídos!

Mientras golpeaba la lluvia sobre los búnkers, Marisa,
yo no pensaba en vos ni en los chicos. La verdad,
tampoco pensaba si los rayos de aquel enemigo omnipresente
me alcanzarían esa noche o la noche siguiente o cuándo.
No pensaba en ustedes ni en mí, aunque puedas considerar
una forma de egoísmo que pasara las horas deslumbrado
por este fenómeno: los rayos, cuando atravesaban el cielo
o caían sobre un edificio cercano y lo reducían a ceniza,
iluminaban el paisaje con una claridad activa,
como la que pocas veces se vislumbra en el fondo
de un pensamiento; como la calidad del pensamiento
cuando contiene la verdad desnuda y parpadeante.


2-Diario

No tengo chance de convertirme en veterano de guerra.
No daré vueltas con dos perros y mi capote por el parque:
“Allá va aquél, el de las heridas, su cabeza una calabaza
en la que suenan los silbidos agudos de los rayos gamma.
Ahora tiene una antigua casa sobre el acantilado,
le gusta la madera vieja y las cañerías que resuenan.”
El paseo por el parque termina en el bar, toma
una grapa y lee la National Geographic,
los perros echados debajo de la mesa.

Nada de eso. La lucha no tendrá retorno.
No nos esperan la muerte de lustrosos bronces,
el panteón o la dulce vejez que reencanta el mundo.
Los ojos echan raíces y el aliento mecánico no falla.


3-Leyenda

Por la tarde, se tiran de espaldas sobre la tierra
suturada por vetas de titanio
y miran el cielo amarillo o violeta
sobre el que vuelan pelícanos y flamencos.
Las lagunas están repletas de líquidos pesados;
más allá, las chapas de los viveros se oxidan,
caídas unas sobre otras
como un mazo de barajas desordenado.
Es posible que la piedra del poder esté en la cabeza
de uno de ellos, pero han pasado la vida ignorándolo.
Por la noche, AZ14 sueña que desciende el ángel
y le dice: “El paladín duerme cerca
y despierta con el vientre hinchado;
oís sus pedos en el pastizal cuando evacua,
pero sería inútil que se lo dijeras; éste es el designio.
Intrincada red los puso en contacto con la divinidad.
Fueron dioses, y cuando ha llegado la Guerra del Libro
piensan en la vida del próximo segundo
e interrogan la oquedad del cielo.”


Segunda parte

12-Roman speaker

Lo encontrarías en el huerto y le preguntarías por tus denarios.
Con voz contrita lo interrogarías por el devenir del hogar, la
suerte de los críos, el pretor y el edil, la leche de cabra y el sofisma.
¡Ah, miserable que agudiza el aura de la nada! Lo colgamos
a tu vista porque no lo mereces. El vértigo, no la futilidad,
es lo que no resistes. Retrocedes ante el arroyo y el cañón,
temes el papel que se alza en el viento
porque allí puede estar escrita tu sentencia.
Has levantado templos, minaretes, oráculos y criptas
para olvidar la creación, no para atravesarla con santo estoicismo.
¿Para qué las Galias? ¿Para mejorar los abastecimientos?
¿Para qué Bizancio o la corona del germano?
Te espanta el oscuro fogón, el silencio de la vajilla,
el manto del héroe si no está sembrado de migajas;
temes la escasez de aceite como a un abismo.


13-Roman speaker

Bien, frente al mar, mirando las chozas, alzando el palo recio
con que partirías la frente de un buey, por un solo instante
comprendiste el hormigueo del volcán. Es todo, todo, nada
más que eso, lo que la vida te ofrece para que calle en tu tumba.

2 comentarios:

El poeta ocasional dijo...

Maravilloso. "Temes la escasez del aceite como a un abismo"

Germán dijo...

Esporádicamente paso por "El desaguadero" y nunca habia leído algo de este poeta. Los poemas de "La Nada" son muy interesantes. Uno que me gustó banstante de los que leí fue el Nº1-¡Oh espíritus o ángeles caídos!
La naturaleza del poema, hace que éste se convierta en una verdadera obra poética. Felicitaciones.